martes, 15 de diciembre de 2009

Tú tienes el reloj, yo tengo el tiempo.Entrevista realizada por Víctor M. Amela a Moussa Ag Assarid...


Me envia mi amigo el profesor Luis Sandino, este texto que quiero compartir.

Moussa: - No sé mi edad: ¡Nací en el desierto del Sahara, sin papeles...! Nací en un campamento nómada Tuareg entre Tombuctú y Gao, al norte de Mali. He sido pastor de los camellos, cabras, corderos y vacas de mi padre. Hoy estudio Gestión en la Universidad Montpellier-1. Estoy soltero. Defiendo a los pastores Tuareg. Soy musulmán, sin fanatismo.
Víctor:- ¡Qué turbante tan hermoso...!
Moussa: - Es una fina tela de algodón: permite tapar la cara en el desierto cuando se levanta arena, y a la vez seguir viendo y respirando a su través.
Víctor:- Es de un azul bellísimo...
Moussa: - A los Tuareg nos llamaban los hombres azules por esto: la tela destiñe algo y nuestra piel toma tintes azulados....
Víctor:- ¿Cómo elaboran ese intenso azul añil?
Moussa:- Con una planta llamada índigo, mezclada con otros pigmentos naturales. El azul, para los Tuareg, es el color del mundo.
Víctor:- ¿Por qué?
Moussa: - Es el color dominante: el del cielo, el techo de nuestra casa.
Víctor: - ¿Quiénes son los Tuareg?
Moussa: - Tuareg significa abandonados, porque somos un viejo pueblo nómada del desierto, solitario, orgulloso: “señores del desierto”, nos llaman. Nuestra etnia es la amazigh (berebere), y nuestro alfabeto, el tifinagh.
Víctor: - ¿Cuántos son?
Moussa: - Unos tres millones, y la mayoría todavía nómadas. Pero la población decrece.... '¡Hace falta que un pueblo desaparezca para que sepamos que existía!', denunciaba una vez un sabio: Yo lucho por preservar este pueblo.
Víctor: - ¿A qué se dedican?
Moussa: - Pastoreamos rebaños de camellos, cabras, corderos, vacas y asnos en un reino de infinito y de silencio....
Víctor: - ¿De verdad tan silencioso es el desierto?
Moussa: - Si estás a solas en aquel silencio, oyes el latido de tu propio corazón. No hay mejor lugar para hallarse a uno mismo.
Víctor: - ¿Qué recuerdos de su niñez en el desierto conserva con mayor nitidez?
Moussa: - Me despierto con el sol. Ahí están las cabras de mi padre. Ellas nos dan leche y carne, nosotros las llevamos a donde hay agua y hierba.... Así hizo mi bisabuelo, y mi abuelo, y mi padre.... Y yo. ¡No había otra cosa en el mundo más que eso, y yo era muy feliz en él!

Víctor: - ¿Sí? No parece muy estimulante....
Moussa: - Mucho. A los siete años ya te dejan alejarte del campamento, para lo que te enseñan las cosas importantes: a olisquear el aire, escuchar, aguzar la vista, orientarte por el sol y las estrellas.... Y a dejarte llevar por el camello, si te pierdes: te llevará a donde hay agua.
Víctor: - Saber eso es valioso, sin duda....
Moussa: - Allí todo es simple y profundo. Hay muy pocas cosas, ¡y cada una tiene enorme valor!
Víctor: - Entonces este mundo y aquél son muy diferentes, ¿no?
Moussa: - Allí, cada pequeña cosa proporciona felicidad. Cada roce es valioso. ¡Sentimos una enorme alegría por el simple hecho de tocarnos, de estar juntos! Allí nadie sueña con llegar a ser, ¡porque cada uno ya es!
Víctor: - ¿Qué es lo que más le chocó en su primer viaje a Europa?
Moussa: - Vi correr a la gente por el aeropuerto.... ¡En el desierto sólo se corre si viene una tormenta de arena! Me asusté, claro....
Víctor: - Sólo iban a buscar las maletas, ja, ja...
Moussa: - Sí, era eso. También vi carteles de chicas desnudas: ¿por qué esa falta de respeto hacia la mujer?, me pregunté.... Después, en el hotel Ibis, vi el primer grifo de mi vida: vi correr el agua.... y sentí ganas de llorar.
Víctor: - Qué abundancia, qué derroche, ¿no?
Moussa: - ¡Todos los días de mi vida habían consistido en buscar agua! Cuando veo las fuentes de adorno aquí y allá, aún sigo sintiendo dentro un dolor tan inmenso...
Víctor: - ¿Tanto como eso?
Moussa: - Sí. A principios de los 90 hubo una gran sequía, murieron los animales, caímos enfermos.... Yo tendría unos doce años, y mi madre murió.... ¡Ella lo era todo para mí! Me contaba historias y me enseñó a contarlas bien. Me enseñó a ser yo mismo.
Víctor: - ¿Qué pasó con su familia? <> Moussa: - Convencí a mi padre de que me dejase ir a la escuela. Casi cada día yo caminaba quince kilómetros. Hasta que el maestro me dejó una cama para dormir, y una señora me daba de comer al pasar ante su casa.... Entendí: mi madre estaba ayudándome....
Víctor: - ¿De dónde salió esa pasión por la escuela?
Moussa: - De que un par de años antes había pasado por el campamento el rally París-Dakar, y a una periodista se le cayó un libro de la mochila. Lo recogí y se lo di. Me lo regaló y me habló de aquel libro: El Principito. Y yo me prometí que un día sería capaz de leerlo....
Víctor: - Y lo logró.
Moussa: - Sí. Y así fue como logré una beca para estudiar en Francia.
Víctor: - ¡Un Tuareg en la universidad...!
Moussa: - Ah, lo que más añoro aquí es la leche de camella.... Y el fuego de leña. Y caminar descalzo sobre la arena cálida. Y las estrellas: allí las miramos cada noche, y cada estrella es distinta de otra, como es distinta cada cabra.... Aquí, por la noche, miráis la tele.
Víctor: - Sí.... ¿Qué es lo que peor le parece de aquí?
Moussa: - Tenéis de todo, pero no os basta. Os quejáis. ¡En Francia se pasan la vida quejándose! Os encadenáis de por vida a un banco, y hay ansia de poseer, frenesí, prisa.... En el desierto no hay atascos, ¿y sabe por qué? ¡Porque allí nadie quiere adelantar a nadie!
Víctor: - Reláteme un momento de felicidad intensa en su lejano desierto. Moussa: - Es cada día, dos horas antes de la puesta del sol: baja el calor, y el frío no ha llegado, y hombres y animales regresan lentamente al campamento y sus perfiles se recortan en un cielo rosa, azul, rojo, amarillo, verde....
Víctor: - Fascinante, desde luego....
Moussa: - Es un momento mágico.... Entramos todos en la tienda y hervimos té. Sentados, en silencio, escuchamos el hervor.... La calma nos invade a todos: los latidos del corazón se acompasan al pitpit del hervor....
Víctor: - Qué paz....
Moussa: - Aquí tenéis reloj, allí tenemos tiempo....

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