lunes, 4 de agosto de 2008

Sobre tolerancia, igualdad y normalidad.

Me pongo a escribir con armadura, convencido de que hablar sobre homosexualidad sigue siendo políticamente incorrecto a no ser que sin excusa alguna te conviertas en defensor a ultranza de los derechos y libertades de este colectivo.
Bien es sabido que los homosexuales han sido fuertemente discriminados y perseguidos en nuestra sociedad, y seguro que en determinados espacios siguen siéndolo, además, por descontado, de en otros países menos “desarrollados”.
Sin embargo, y afortunadamente, en las últimas dos o tres décadas, nuestro país ha experimentado una serie de procesos políticos y sociales que han permitido la gradual integración de las personas homosexuales, antes marginadas e invisibilizadas.
En particular las generaciones nacidas a partir de la década de los 70 hemos crecido con una concepción diferente de la homosexualidad, lejos de las ideas pseudomedicas y psicoanalíticas fomentadas en buena medida por la iglesia católica que la asociaban a desviaciones de la “normalidad” además de a sentimientos de vergüenza o rechazo.
Muchos de nosotros hemos crecido con familiares, amigos, compañeros que de una u otra forma han compartido su condición sexual con naturalidad y sin prejuicios.
Y es, quizás, este salto generacional el que impide que incluso algunos homosexuales acepten la NORMALIDAD como la mejor realidad posible actualmente.
Y digo Normalidad, porque en mi opinión, ya ha pasado el tiempo de enarbolar banderas que antaño sirvieron para abolir prejuicios y discriminación.
Los homosexuales no deben tener ya privilegios por el hecho de su condición sexual, como ninguna minoría que pretenda sentirse plenamente integrada.
Quiero decir que quizás hubo un tiempo cercano en el que era necesario luchar por la igualdad de derechos y por el reconocimiento social, pero tal vez algunos no se dan cuenta de que seguir con el mismo discurso les separa de lo que probablemente es una realidad. Quizás ese salto generacional impide a algunos homosexuales reconocer que ya no son una “rareza” y que tal vez la normalidad haya llegado.
Y normalidad es acabar también con algunos de esos privilegios, como por ejemplo criticar al colectivo homosexual, sin ser acusado de homofobia.
¿o es que no se puede decir que el desfile del orgullo gay es una horterada? ¿no se trataba de eliminar prejuicios y arquetipos?
¿o tal vez no sea cierto que ser gay esta de moda, sobre todo en el cine y la televisión? ¿No se trataba de conseguir que los profesionales, presentadores, abogados, arquitectos o periodistas no fuesen calificados por lo que hacían en su vida intima?
Quizás muchos homosexuales no se han dado cuenta todavía de que no es necesario sacar la bandera multicolor para conseguir fama o para caer mejor a la gente, y que con esta actitud hacen un flaco favor a la normalidad que persiguen.
Incluso he leído hace poco que existen unas olimpiadas Gays. ¿en qué quedamos? ¿No se trata de integrar como normal una realidad que no debería traspasar la esfera intima de las personas?
Tengo amigos y familiares homosexuales y heterosexuales, y si son felices me es indiferente con quien deciden compartir su vida, con quien besan, ríen, bailan o follan.
Y con ellos se puede hablar de todo, ir a una playa naturista o a una discoteca y contar un chiste de mariquitas sin que te acusen de homofobo, porque son gente normal que acepta a los demás.
Y cuando uno de ellos se casa le felicitamos por su boda, no por su boda gay o hetero.
Y seguro que si alguno de ellos, o de mis hijos cuando sean mayores, son deportistas de elite, no querran ir a una olimpiada Gay sea quien sea con quien se acuestan por las noches.

Juan Manuel Mancebo Fuertes
Agosto 2mil8
www.bobastro2.blogspot.com